lunes, 29 de agosto de 2022
INFLACIÓN Y SUBIDA DE SALARIOS
Padecemos una inflación muy alta como consecuencia de la guerra en Ucrania y de
la salida de una pandemia que nos tuvo retraídos e incluso encerrados durante
algún tiempo. Hemos de acostumbrarnos a que la bajada de la inflación no va a
producirse de una forma rápida, sino que lo hará lentamente, y desgraciadamente
a causa de la recesión que algunos vaticinan, o en el mejor de los casos del
menor crecimiento de la economía. Pero el debate que se abre no va a ser el de
la contención de la inflación, sino que será el de la subida de salarios. El
propio gobierno, a través de la ministra de Trabajo, y los sindicatos, vaticinan
un otoño caliente, ya que el primero está dispuesto a apoyar, y los segundos a
convocar movilizaciones para exigir salarios acordes con la carestía de la vida.
El asunto no es baladí, ya que la fortaleza de la economía depende en gran
medida, del equilibrio entre crecimiento del PIB, inflación y salarios. Ese
equilibrio es el que deben buscar los gobiernos, y no ponerse de forma
incondicional al lado de los agente sociales, sean estos los sindicatos o la
patronal. En mi opinión, el equilibrio debe estar en una subida salarial moderada
que represente aproximadamente el cincuenta por ciento del incremento del IPC, y
que se viera compensada esa subida en los dos próximos años una vez ya
estabilizada la inflación. Ese sería el pacto ideal, el sensato, y al que a mi
juicio deberían estar abocados patronal y sindicatos. La administración debe dar
ejemplo y actuar así con sus empleados y pensionistas, y huir de la demagogia a
la que a veces nos tienen acostumbrados. El gobierno no puede pedirle a los
empresarios que le suban a sus trabajadores por encima de lo que ellos están
dispuestos a subirle a los empleados públicos. La economía no se fortalece
dándole tirones sin ton ni son o improvisando soluciones populistas, sino
mediante unas políticas equilibradas donde el consenso entre partes prime sobre
la imposición. Francisco Vergara
lunes, 22 de agosto de 2022
Un cuento de verano
Cuando el verano va apurando sus últimos días, aquellos en los que las tardes se
alargan casi hasta la medianoche, nos empezamos a despedir de la pereza, la
relajación o los excesos con la comida y la bebida. Nos vamos preparando para la
vuelta a la rutina, al despertador, a los telediarios llenos de desencuentros y
malas noticias. La vida nos volverá a dar la oportunidad de ver de nuevo cómo
caen las hojas de los árboles, cómo las calles de nuestros pueblos y ciudades se
llenan de niños yendo o viniendo al colegio, de saludar o esquivar a los
vecinos. El verano habrá podido ser generoso en besos y abrazos, o quizá haya
servido para alargar las distancias o añorar las ausencias. Situados frente al
mar o pisando duras piedras, solos o acompañados, habremos contemplado la
lejanía de todo lo que se fue, o soportado el lastre de los sinsabores y
contrariedades con las que nuestros años de vida nos han obsequiado. Conforme
los días se acortan y las noches van ocupando su espacio, volverán las citas
pendientes con el médico o las llamadas de los banqueros recordándonos el
vencimiento de nuestras deudas. La vida volverá a adquirir el color gris que nos
acompaña desde que llegamos a la edad adulta, desde que despedimos a la primera
mujer o hombre que amamos con un lacónico lo siento o perdóname, o desde que nos
dijeron que como amigos mejor. Así es la vida y así hemos de afrontarla. Con sus
luces y sus sombras, sus te quiero y sus no puedo. Tal vez los próximos días
estarán llenos de nostalgia, de recuerdos, de deseos irrealizables. O a lo mejor
nos sorprenden con un encuentro largamente esperado, con un teléfono que suena,
con una voz reconocible y unas palabras que nos lleven al tiempo donde la
mayoría de nuestros sueños aún estaban por cumplir. La vida nos invitará a
seguir caminando, y cuando alcemos la mirada por encima de los inconvenientes y
las dificultades del día a día, a lo mejor encontramos la calma y la fuerza para
sortear los obstáculos que lastran nuestra armonía y nuestros anhelos. La vida
seguirá aunque los días sean más cortos. La vida seguirá aunque no hayamos sido
invitados a la fiesta de Sanna Marin. Francisco Vergara
lunes, 15 de agosto de 2022
LA CRISIS QUE SE AVECINA
Cuando pagas 1,50 euros por una botella pequeña de agua o 2,20 por un tinto de
verano, te llevas la impresión que estamos ante una situación límite. La
pregunta es obligada: ¿Cuántas personas y durante cuánto tiempo pueden aguantar
esto? Si el salario medio está en 1500 euros, la respuesta es clara:
Podrán aguantar ese ritmo los que ganen por encima de ese salario medio, pero no
los que estén por debajo. Estamos por tanto, alimentando una nueva crisis. No es
solo porque lo digan los expertos, sino que lo percibimos los ciudadanos cuando
vamos al supermercado, echamos carburante al coche o queremos hacer una reserva
en un hotel. Las cifras oficiales que nos hablan de una inflación de un 10,8;
son la antesala de una crisis de consumo y por ende, de una nueva crisis
económica. Entraremos en los próximos trimestres en recesión, aumentará el paro
y la capacidad de compra de los ciudadanos se reducirá. Así que tocará de nuevo
remar contracorriente, sobre todo aquellos que tengan más deudas o sus ingresos
sean pequeños. Esta situación formará parte de nuestras próximas preocupaciones.
Otros sin embargo, luchan por salvar la vida huyendo de las hambrunas o las
guerras, buscando un hueco en las sociedades, que aunque en crisis, piensan
ellos les pueden ofrecer un futuro mejor. También las hay que sufren la
esclavitud, como las mujeres afganas, que están desposeídas de los más
elementales derechos humanos. Lo sorprendente de todo esto, es que parece
importarnos más la subida de la cerveza, que el cautiverio de las mujeres
afganas o saudíes o qataríes. El mundo es desigual e injusto. Cada vez hay más
pobres y más personas que carecen de libertad o no le son reconocidos los más
elementales derechos humanos. Probablemente estemos asistiendo ya a la tercera
guerra mundial, esa que enfrenta a pueblos ricos contra pueblos pobres, o a
países con regímenes autocráticos o dictatoriales contra países de regímenes
democráticos donde se reconocen los derechos humanos. El futuro por tanto es
incierto para unos y para otros. Incierto para los que hacen cuentas para llegar
a final de mes, e incierto para los que huyen de las bombas y el hambre.
Francisco Vergara
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