miércoles, 4 de diciembre de 2013

4-D

Hace 36 años los andaluces salimos a la calle pidiendo autonomía para nuestro pueblo. Bien es cierto que no sólo autonomía, pero fundamentalmente autonomía. Entendíamos entonces que esa herramienta en nuestras manos nos llevaría a cotas de mayor progreso y bienestar, alejándonos de la pobreza a la que el franquismo había llevado a nuestra tierra. El movimiento a favor de la autonomía no era sólo político, también social, cultural y económico. Podemos decir que la sociedad en su conjunto entendía ese instrumento jurídico que es la autonomía, como la plataforma más adecuada para dejar atrás siglos de atraso y miseria.

Dos años y pico después, el 28 de Febrero de 1980, se celebraría el referéndum que nos abrió legalmente la puerta de la Autonomía, y que no sin dificultades nos llevaría a gozar de Estatuto, Parlamento y Gobierno propios, consiguiendo carta de naturaleza jurídica lo que se había pedido en la calle el 4 D de 1977. A partir de ahí Andalucía ha avanzado, que duda cabe, pero no lo suficiente como para que nos podamos sentir satisfechos del todo. Seguimos teniendo una de las mayores tasas de paro, el nivel de nuestra renta per capita es claramente inferior al de otros territorios del Estado, el número de camas hospitalarias por habitante inferior a la media española, y un largo etc. de indicadores que nos demuestran que aún nos queda un largo camino por recorrer.

En mi opinión esto se debe a la falta de confianza en nosotros mismos, a la falta de convencimiento de que somos capaces los andaluces de conseguir mayores cotas de bienestar. Estamos todavía un poco acomplejados, como sintiéndonos inferiores a los ciudadanos de otros territorios del Estado. Bien por lo que dicen de nosotros, o por lo que nosotros no decimos sobre nuestras potencialidades. No puede haber un andaluz que se sienta inferior a otro ciudadano de cualquier otro lugar. Y aquí incluyo a los andaluces que nos gobiernan. Fundamentalmente me refiero a ellos. No puede haber un gobernante o dirigente andaluz del ámbito que sea, que se calle ante las injusticias para con nuestra tierra. Que las hay. Nuestros diputados y senadores en las Cortes tienen que hablar de los problemas y las necesidades de Andalucía. Los empresarios andaluces tienen que reivindicar más inversiones públicas o de las empresas para las que trabajan en nuestra tierra. Los profesores en nuestros colegios, institutos o universidades tienen que poner en  valor nuestra cultura y nuestro habla. Nuestros escritores, pintores, escultores, deportistas, actores....tienen que aprovechar su nivel de conocimiento público para hablar de Andalucía, y convertirse en referentes de los propios andaluces.

Tenemos que convencernos de que podemos. Para ello lógicamente tenemos que querer. Y tener algunas cosas claras. Pocas, pero muy claras:  Que lo que no hagamos los andaluces por nosotros nadie lo va a hacer, que sin preparación y formación no hay futuro, que sólo el esfuerzo y el trabajo nos traerá prosperidad... Y por supuesto,  denunciar a aquellos que nos infravaloren. Sean de fuera o de dentro. Da igual. Nadie puede secuestrarnos la ilusión por ser mejores, por avanzar, por intentar dejarle a las generaciones futuras una sociedad mejor. Aquella que soñamos tantos andaluces el 4 de Diciembre de 1977.