viernes, 11 de octubre de 2019


       FELIZ  FINAL        

      Hace unos días leí en eldiario.es un artículo de Isaac Rosa, donde comparaba la irrupción de Más País con la que tuvo en su día Podemos. Errejón, según Rosa, le ha hecho un Pablo Iglesias a Pablo Iglesias; es decir, Más País le ha hecho a Podemos lo que Podemos le hizo en su día a Izquierda Unida, pero con una diferencia fundamental: Que cinco años atrás éramos más jóvenes y por tanto creíamos que las cosas podían ser diferentes y mejores.

      Simultáneamente a este artículo, he leído la última novela de Rosa, Feliz final, en la que el autor nos destripa los entresijos de una relación amorosa, donde los besos, abrazos y momentos felices, conviven con los desencuentros. Rosa nos pone alerta sobre las dificultades de la convivencia en la pareja, a la que se debe acorazar si queremos que perdure, ya que no solo pueden llegar proyectiles desde fuera que la hagan tambalearse, sino que a veces el peligro se puede presentar desde dentro de la propia pareja.

      Feliz final nos acerca el derrumbamiento de un edificio -el amor- que parecía firme y seguro, pero que el tiempo, la despreocupación, la apatía, el conformismo y el egoísmo terminan echando abajo, y cuando ya solo quedan los escombros de la relación, hay que recogerlos y esparcirlos por los territorios de la memoria, los reproches y el rencor.

       Todas las historias de amor cuando empiezan son bellas, porque es el momento en el que se alimentan de deseo  y proyectos en común. El momento en que los cuerpos se atraen y las ilusiones se disparan ante la certidumbre de la felicidad por llegar. El momento en el que los obstáculos se salvan con la facilidad que lo hacen los atletas cuando sortean el tiempo y las vallas que les ponen en el camino. ¿Quién cuando empieza una  relación no dibuja el futuro de colores alegres y de días llenos de felicidad? 

      Por eso Isaac Rosa nos presenta a los lectores la novela al revés, empezando por el epílogo y terminando por el prólogo; es decir, empezando por el derribo del edificio y terminando por la construcción de los cimientos, dándonos a entender que los finales también pueden ser felices, aunque con una condición, que se vivan como si del principio se trataran; porque los principios del amor -como de casi todo- son siempre lo mejor.