viernes, 8 de agosto de 2014


Y ENCIMA SE SORPRENDEN

     La irrupción de Podemos ha puesto a cavilar a sesudos politólogos, vanidosos tertulianos y a profesionales de la política de diverso pelaje ideológico. Todos analizan el por qué del nuevo fenómeno que ha puesto patas arriba  nuestra sociedad y amenaza con cambiar "el orden constitucional" y la cansina rutina del voto cada cierto tiempo. Porque si los ciudadanos, en lugar de votar casi por obligación, empiezan a votar con ilusión, tendrán que disponer de un nuevo escenario para poder desarrollar sus inquietudes. Es decir, tendría que nacer un nuevo régimen para un nuevo modo de ejercer la ciudadanía y la política: Listas abiertas; eliminación de los aforamientos; separación de las administraciones públicas de cualquier creencia religiosa (no más representantes políticos presidiendo cofradías y actos religiosos); eliminación de instituciones inútiles (las diputaciones provinciales); limitación de mandatos para cargos públicos; eliminar la participación de los partidos políticos en la elección de los miembros del Consejo General del Poder Judicial, Tribunal Supremo y Tribunal Constitucional; instauración de distritos electorales más reducidos, para acercar los elegidos a los electores; blindaje constitucional de la educación y sanidad públicas; desarrollo del Estado autonómico en uno federal, donde todos los territorios tengan las mismas competencias, etc.  Aquí se enumeran algunas reformas que diversos sectores sociales reclaman, pero que los partidos políticos mayoritarios rechazan o  defienden con la boca pequeña  cuando están en la oposición. Reformas que acabarían con el statu quo del que emanan los privilegios de los que gozan esos partidos, sus dirigentes y muchos de sus "cuadros".

     En la última encuesta del CIS, Podemos aparece como tercera fuerza política en intención de voto, habiendo dejado atrás a IU y acercándose bastante al PSOE. Lo que quiere decir que el nuevo partido liderado por Pablo Iglesias tiene su caladero de votos en la izquierda. De ahí, que tanto IU como PSOE estén aterrorizados con la nueva formación política, que en  voz de su líder dice que ha venido para quedarse, para sustituir las viejas formas de hacer política de la por él llamada  " casta".

     Para los millones de ciudadanos que creen en los valores de la socialdemocracia y el socialismo, no deben satisfacer las declaraciones y las actuaciones de muchos dirigentes de los partidos que dicen defender esos valores. A un líder de un partido de izquierdas, hay que pedirle algo más que la crítica de manual a la derecha por los casos de corrupción que a ésta atañe, olvidando que en su propio partido también los hay. Tres ejemplos: Irregularidades en la contratación de obras del AVE Madrid-Barcelona en la etapa de Magadalena Álvarez como ministra de Fomento, Eres falsos y fraude en cursos de formación en la Junta de Andalucía. Suficiente arsenal como para pedir perdón a la sociedad por el mal uso o el uso fraudulento de recursos públicos a cargo de responsables políticos socialistas. Pero no, se tiende un tupido velo, se esconde la cabeza debajo del ala y a pedir cuando lleguen las próximas elecciones que los ciudadanos los respalden. Por la coherencia no, al menos. Antes de hablar o criticar las corruptelas del adversario, hay que limpiar las propias por un simple ejercicio de credibilidad ante la ciudadanía.¿O es de izquierdas pertenecer a consejos de administración de grandes empresas y pasearse en yate ante las narices de los que lo están pasando mal, como hace algún que otro exdirigente socialista? La gente que vota a la izquierda quiere que ésta sea coherente, y que no critique a quien gobierna por hacer lo que ellos antes hicieron cuando gobernaron: Censurar los recortes del gobierno del PP, cuando en el mandato del presidente Zapatero se recortaron las pensiones y los sueldos de los trabajadores públicos. La gente que vota a la izquierda le exige que sea distinta a la derecha, y que le gane de largo a ésta en coherencia, honradez y cercanía a los trabajadores y clases más desfavorecidas.

     Esto también incumbe a los partidos minoritarios de la izquierda que participan o han participado en gobiernos de coalición "recortadores" de políticas sociales (educación, sanidad, dependencia), y que como si no fuera con ellos miran para otro lado, con la excusa de que esas competencias son del otro partido, del mayoritario. Pues no, el que sean minoritarios en la coalición no los exonera de su alícuota parte de responsabilidad por esas políticas. O qué decir de los sindicatos llamados de clase, enchufados permanentemente a la teta de lo público, mal administrando en muchos casos las ingentes subvenciones que reciben de las administraciones. La gente que vota o apoya a la izquierda, quiere que esta tenga un comportamiento ejemplar en el ejercicio de las funciones que les son encomendadas. Sí, ejemplar. Si la gente que vota a la derecha es menos exigente con los partidos que les representan, es porque ésta existe para conservar y mantener el orden establecido, aunque este sea injusto e insolidario. Sin embargo la izquierda está para cambiar las desigualdades que genera el sistema capitalista, para innovar, para regenerar, para tratar de que la igualdad y la justicia formen parte de nuestra cotidianidad.

     La falta de coherencia antes esbozada en la izquierda, es lo que ha hecho posible la aparición de Podemos, de la que algunos dicen que cuando llegue al gobierno hará igual que los otros. No niego que eso pueda ocurrir, pero mientras tanto van a llenar sus alforjas de votos. Y si con el tiempo pasan a formar parte de la casta, habrá otra generación de ciudadanos que decidan sustituir Podemos por otro partido que tal vez se llame Debemos. Ese bullir, ese permanente hacer y deshacer para volver a hacer, es lo que siempre ha caracterizado a la izquierda. Ya saben: Cambiar, innovar, regenerar.