jueves, 20 de diciembre de 2012



             BUENOS DÍAS, TRISTEZA

             Cojo prestado el título de la novela de Francoise Sagan, para en pocas palabras, reflejar lo que mis ojos ven al pasear por las calles de nuestros pueblos y ciudades. Tristeza en el rostro de los comerciantes, de los parados, de los estudiantes sin esperanza en el futuro, de las madres que temen que sus hijos se vayan al extranjero en  busca del trabajo que aquí no tienen. Tristeza de los que no pueden pagar la hipoteca y ven cada vez más cerca la espada del desahucio sobre sus cabezas, de los que aún con un trabajo cada vez más precario, temen la noticia del ere, el erte o el cierre definitivo de "su empresa". Tristeza, desesperanza, miedo. Eso es lo que ven mis ojos cuando miro la cara, los ojos de las personas con las que me cruzo a diario por nuestras calles.

             Y como si de una maldición divina se tratara, los que saben de esto, o al menos dicen saber, nos anuncian que todavía no hemos tocado fondo, que lo que se avecina todavía será peor. Sí, el FMI (Fondo Monetario Internacional), predice para España una bajada del PIB (Producto Interior Bruto) del -1,3 % para 2013, lo que traducido a empleo significa entre 300.000 y 500.000 nuevos parados para el próximo año. Terrorífico. Sobre todo si miramos quiénes nos acompañarán en esta debacle: Grecia, Portugal, Chipre, Italia y Eslovenia. En el resto de países del mundo, sus PIBs crecerán (Alemania un 0,9 %, Canadá un 2%, EEUU un 2,1 %, Turquía un 3,5 %, Marruecos un 5,5 %...) . Es decir, en todos estos países se creará empleo y sus ciudadanos tendrán más progreso y bienestar.  Algunos hasta acogerán a los que se marchen de aquí.

               Mientras tanto, nuestros gobernantes, los de un lado y otro, discutiendo sobre la independencia de Cataluña, la reforma de la Constitución, la recentralización del Estado, y un largo etc. de temas que deben acometerse en profundidad pero con serenidad, y no precisamente ahora, donde la tarea primordial debe centrarse en buscar fórmulas para revertir esta situación sangrante de tantas y tantas familias que ven cómo a causa de su situación económica, se les están desmoronando sus proyectos, deshaciendo sus ilusiones, socavando las raíces de la convivencia más elemental. ¿Qué les importa a los casi seis millones de parados la independencia catalana o la reforma de la Constitución? ¿Y a los padres que tienen hijos parados? ¿Y a las parejas de los parados? ¿Y a los hijos de esos parados? Dedíquense a cambiar la situación económica, discutan sobre las fórmulas para crear empleo, estudien las alternativas a los recortes en asuntos básicos para el ciudadano. Todos, el gobierno central y los gobiernos autonómicos. Y también los partidos que ejercen la oposición, ya que éstos no están para frotarse las manos cuando las cosas vayan mal, sino para aportar ideas para que las cosas vayan bien.

              Si nuestros representantes políticos no cambian el chip, las próximas encuestas no dirán sólo que son uno de los problemas más importantes para los ciudadanos, sino que se encontrarán con revueltas populares que no los dejarán entrar en las cámaras o parlamentos donde ejerzan su función, ya que el aguante de los desesperados tiene un límite, y estamos cerca, muy cerca de llegar a él. Se está agotando la paciencia de los que están perdiendo lo poco que tenían: su trabajo, su casa, su felicidad. Estamos volviendo a las imágenes en blanco y negro de los largos y fríos años del franquismo, a esas miradas tristes que veíamos en las películas de Saura, Berlanga o Buñuel. Estamos andando para atrás, y pieza a pieza, desmontándose lo que tanto esfuerzo y trabajo costó.

              

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