miércoles, 2 de noviembre de 2011

GRECIA

     La decisión del presidente heleno Jorgos Papandreu, de someter a referéndum los últimos acuerdos de la Unión Europea sobre el plan de rescate a su país, ha puesto nerviosos a casi todos los dirigentes del mundo, ya que no solo los europeos han mostrado su rechazo, sino que desde Estados Unidos  también se han escuchado voces críticas con dicha postura.
     Estamos ante lo que llaman desde Bruselas, Berlín y París una crisis de consecuencias muy graves, ya que puede acabar con Grecia en la quiebra y con un lastre difícil de digerir para el resto de los países de la zona euro. Sin entrar a valorar dicha gravedad, resulta al menos llamativo que utilicen  la palabra crisis  Merkel, Sarkozy y otros líderes europeos, como si no estuviésemos instalados en la crisis desde hace varios años. Y de eso se sabe mucho en España, especialmente lo saben los cuatro millones y pico de parados que no ven la luz que les devuelva al mercado de trabajo.
     Desde mi punto de vista, el anuncio de una consulta popular por parte de Papandreu es una buena noticia, ya que será el pueblo soberano el que decida qué es lo que más le conviene, si permanecer en la zona euro  soportando unos duros sacrificios o salirse de la misma, declarándose en quiebra y empezando un nuevo camino. Desde la distancia no puedo evaluar que es lo mejor para Grecia, ya que solo ellos deben saberlo y en consecuencia pronunciarse. Pero lo que sí aplaudo es la idea de darle la voz al pueblo, cosa que debió hacerse mucho antes en otros países, por ejemplo en  España, donde recientemente se aprobó una reforma constitucional  sin contar para nada con la ciudadanía.
     Hay que acabar  con las repetidas escenas de reuniones a dos entre Merkel y Sarkozy, que no tienen escrúpulos en ningunear permanentemente a sus colegas, que como buenos chicos asienten y ponen en marcha las políticas  aprobadas por el eje Berlín-París. Deben escucharse voces de dirigentes europeos oponiéndose a esa forma tan oscura y recelosa de hacer política, a espaldas no solo de los ciudadanos, sino incluso de los responsables gubernamentales.
      Si queremos profundizar en la democracia y que los pueblos se sientan partícipes de las políticas de sus gobernantes, tendremos que acudir con frecuencia a los referendos, y decidir sobre aquellos temas de gran trascendencia para la vida de los ciudadanos. 
       En España se abrirá en los próximos meses un debate sobre dos asuntos de primordial importancia y que  en mi opinión deben someterse a referéndum: La energía nuclear y la cadena perpetua, ya que ambos aparecen en el programa electoral del Partido Popular. En el primer caso para ampliar los años útiles de las centrales nucleares y en el segundo para modificar el Código Penal y aprobar la citada pena. ¿Son o no asuntos que se merecen una consulta popular?

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